Cada vez se volvía más nervioso e intranquilo, porque ocurría una cosa curiosa: de todo el tiempo que ahorraba, no le quedaba nunca nada. Desaparecía de modo misterioso y ya
no estaba. Al principio de modo apenas sensible, pero después más y más, se iban acortando sus días. Antes de que se diera cuenta, ya había pasado una semana, un mes, un año, y otro. MICHAEL ENDE (En: Momo)
Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar el ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo. Hay calendarios y relojes para medirlo, pero eso significa poco, porque todos sabemos que, a veces, una hora puede parecernos una eternidad, y otra, en cambio, pasa en un instante; depende de lo que hagamos durante esa hora. Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón. MICHAEL ENDE (En: Momo)
Y nadie lo sabe tan bien, precisamente, como los hombres grises. Nadie sabía apreciar tan bien el valor de una hora, de un minuto, de un segundo de vida, incluso, como ellos. Claro que lo apreciaban a su manera, como las sanguijuelas aprecian la sangre, y así actuaban. Ellos se habían hecho sus planes con el tiempo de los hombres. Eran planes trazados muy cuidadosamente y con gran previsión. Lo más importante era que nadie prestara atención a sus actividades. Se habían incrustado en la vida de la gran ciudad y de sus habitantes sin llamar la atención. Paso a paso, sin que nadie se diera cuenta, continuaban su invasión y tomaban posesión de los hombres. MICHAEL ENDE (En: Momo)
Todos vemos las verdades en el momento en que podemos verlas. Y cuando al fin lo hacemos, siempre subsiste la tentación de considerar intrínseca y obcecadamente estúpidos a quienes todavía no han logrado verlas. Doris Lessing (En: Los experimentos sirianos)
Nuestro desarrollo tecnológico había alcanzado un punto culminante y llevaba establecido el tiempo suficiente para que comprendiéramos los problemas que de forma inevitable habría de acarrear. El más preocupante era la existencia de billones y billones de individuos absolutamente ociosos. No tenían otro fin sino existir y, a la larga, morir. Que eso pudiera significar un problema, no lo habíamos previsto. (…) Habíamos puesto la mira en la supresión de la esclavitud del trabajo, del esfuerzo innecesario, de la acuciante preocupación por satisfacer nuestras necesidades básicas. Habíamos empeñado todos nuestros esfuerzos, las energías de generaciones y generaciones, en la consecución de una meta doble, con dos vertientes: una relacionada con la conquista del espacio, la otra con los mecanismos que nos liberarían a todos de la obligación del trabajo. No habíamos previsto que esos billones de seres, no solo en nuestro planeta Madre, sino en todos nuestros planetas colonizados, caerían víctimas de la depresión y la desesperación. No habíamos comprendido que hay una necesidad inherente a toda criatura de esta galaxia, un imperativo una continua lucha en pos de un sentimiento de trascendencia, de una razón de ser. Que se nos diga que no debemos hacer nada salvo consumir, que no es necesario trabajar, que no hay ninguna, meta que perseguir, es como recibir una sentencia de muerte. Doris Lessing (En: Los experimentos sirianos)
Aprovecho la ocasión para señalar una observación que hice entonces y que hasta ahora no he tenido motivo para rectificar. Es la siguiente: cuando una raza, especie o grupo, ha sido ablandada por la buena vida, por una vida de molicie y por la convicción de que tienen derecho a ella, es muy difícil, aunque físicamente todavía puedan adaptarse a condiciones que les exijan mayor vigor, que se adapten mentalmente a ellas. Con excepción claro está, de algunos más flexibles. Por lo común contraen una enfermedad: la autocompasión, enfermedad de la voluntad, no de la carne. Doris Lessing (En: Los experimentos sirianos)
Nuestra carrera espacial se había estabilizado. Habíamos descubierto que, por mucha energía que pusiéramos en la exploración del cosmos, agrupando los planetas adecuados a medida que los descubríamos e incorporándolos a nuestro plan general, llevábamos siempre a cuestas nuestros problemas; o mejor dicho, nuestro problema ¿Para qué necesitábamos esas nuevas colonias? ¿Con qué fin? Doris Lessing (En: Los experimentos sirianos)
Había tres reglas principales: la primera estipulaba que Canopus era el invisible pero poderoso legislador de Rohanda y que castigaría a quienes transgredieran sus reglas; la segunda, que ninguna persona debía considerarse superior a ninguna otra, ni individuo algún o esclavizar o utilizar a otro de manera denigrante; la tercera, que ninguna persona debía tomar de la provisión de alimentos y bienes disponibles más de lo estrictamente necesario. Doris Lessing (En: Los experimentos sirianos)
Todos sabemos que lo fundamental de una situación es a menudo, y en realidad casi siempre, lo que no está a la vista. Hasta podríamos decir que hay siempre una tendencia a buscar explicaciones remotas y complejas para algo muy simple o que tenemos al alcance de la mano. Doris Lessing, en: Los experimentos sirianos
Había tres reglas principales: la primera estipulaba que Canopus era el invisible pero poderoso legislador de Rohanda y que castigaría a quienes transgredieran sus reglas; la segunda, que ninguna persona debía considerarse superior a ninguna otra, ni individuo algún o esclavizar o utilizar a otro de manera denigrante; la tercera, que ninguna persona debía tomar de la provisión de alimentos y bienes disponibles más de lo estrictamente necesario. Doris Lessing, en: Los Experimentos sirianos
Los puttioranos olían mal, exhalaban un olor frío y seboso. Por supuesto intenté desechar este pensamiento, sabiendo que el mío no debía de parecerle agradable a él: los olores han sido siempre los obstáculos más difíciles de superar para las buenas relaciones entre las especies: ¡en ese aspecto nada ha cambiado! Doris Lessing, en: Los Experimentos sirianos
Todos sabemos que lo fundamental de una situación es a menudo, y en realidad casi siempre, lo que no está a la vista. Hasta podríamos decir que hay siempre una tendencia a buscar explicaciones remotas y complejas para algo muy simple o que tenemos al alcance de la mano. Doris Lessing, en: Los Experimentos sirianos
-¿A quién quieren que libere?- Preguntó Pilatos a la multitud, echándose la toalla al hombro, porque aún confiaba en las decisiones democráticas de la mayoría. -A Barrabás- rugió la muchedumbre, sin vacilar, salvándole la vida a un convicto de asesinato. -Entonces, el gobernador se dirigió a sus centuriones, armados de lanzas. Les dijo, mostrándoles al que se apodaba El Nazareno, proclamado cordero de paz, hijo de Dios y liberador de lo pecadores: Llévenlo con ustedes. La suerte de este no es responsabilidad mía. -Han pasado más de dos mil años, que son 17 millones 280 mil 643 horas hasta el preciso momento en que escribo esta línea, y desde entonces las veleidades de la democracia me despiertan toda clase de recelos. Juan Gossain, en: Etcétera
La más grande tropeza humana consiste en renunciar a la libertad a cambio de la seguridad. También en el infierno se está seguro. Juan Gossain, en: Etcétera
América Latina empezó a hundirse el día en que aparecieron cuatro antropólogos por cada indio. Juan Gossain, en: Etcétera
No hay arma más poderosa que la palabra. Tampoco la hay más frágil. Juan Gossain, en: Etcétera
No habría hombres buenos si no lo hubiera malos. Sin el diablo, Dios no tendría sentido. Juan Gossain, en: Etcétera
El animal que se alimenta de presas vivas no se llama depredador sino banquero. Juan Gossain, en: Etcétera
La puntualidad es lo más parecido que hay a la esclavitud. Juan Gossain, en: Etcétera
El rey de Angola, que es entomólogo, tiene una hija ornitóloga, cónyuge de un príncipe al que la bruja maligna había transformado en ornitorrinco. Esta mañana les nació su primer otorrinolaringólogo. Juan Gossain, en: Etcétera
Esta es la más grande paradoja de la filosofía es esta: si la ley se cumpliera y la justicia imperara, la libertad consistiría en obedecer. Juan Gossain, en: Etcétera